Jueves...

Enero 28 2010...

Jueves

Era jueves, caía la noche, era jueves, no sé decir que fecha, aunque, sé decir que mes. Era un jueves. Un jueves de enero.


Ella, apresurada como ya no era raro, casi no sabía de él, pero algo indicaba que su día había sido similar. Hacía referencia a la situación inconveniente del tráfico y del horario. El trabajo de ese día había sido intenso; al llegar cayó en la cuenta que para ambos; pero con todo y su intensidad también había sido gratificante.


Él la esperaba ya desde hace minutos; ella no se había dado cuenta de la sensación de presión en el pecho, que la hacía esforzarse para respirar debido a la sensación de apuro que la corrompía, y sólo fue consciente de aquella presión una vez caminando por el pasillo que la llevaría hasta esa sala donde, ya enterada ella, estaba él.


Mientras el pasillo se hacía más corto, la sensación más incontrolable, los escalofríos más perceptibles, y el paso más titubeante.


La explosión fue inminente, tanto que por un instante la dejó sin aliento, y cómo no, si ahí estaba él, cambiado como nunca, con esa mirada y esa sonrisa suya, ¡esa sonrisa! Su caminar, tranquilo daba lugar a tantas dudas, su expresión tan segura hacía temblar las rodillas; y ¡su voz! Cuando de repente él hizo sonar su voz, el universo se detuvo a escucharlo.


El abrazo que marcó el fin de los pasos fue un choque de titanes, todo confluyó, ella estaba por primera vez desde hace mucho tiempo, en aquel que era “su” lugar; de ella, de nadie más. El peso de la realidad atacó con todas sus fuerzas, el amor oprimió los pulmones hasta dejarlos vacíos y omitió cada palabra que fuera posible pronunciar, así, anunció su reaparición desde el más recóndito interior de ella.


Ese brazo rodeando su cintura era una fiesta de descargas, parecía que cada fibra nerviosa que a ella pertenecía hubiese cobrado vida propia y alborotádose de manera incontrolable y pretenciosa. Hace mucho tiempo que no le daban un mordisco a la felicidad, y hace tiempo que no la servían con una guarnición tan bella.


El tiempo a partir de ese momento dejó de ser perceptible, dejó de ser una variante a considerar, todo de lo que ella quería ser consiente estaba a su izquierda, y de esa mano sostenía toda su vida, como un pajarillo que pende de una varita.


Sus ojos, su luz; había ansiedad, tanta esperanza guardada en ese momento que era imposible concentrarse en algo más…


Momento del que apenas fueron conscientes, minuto que hoy se archiva celosamente en sus memorias… Aquel en el que colisionaron sus miradas ansiosas, sus almas livianas, sus corazones, sus amores callados…


Y esperar se conjugó en pasado…